Celebramos el Mes de la Herencia Hispana del 15 de septiembre al 15 de octubre. Disfrute de este artículo de Kristina Diaz sobre amarnos a nosotros mismos para poder amar a otros que son diferentes a nosotros. Este artículo apareció por primera vez en la edición de septiembre/octubre de 2024 de la revista Gather .
We celebrate Hispanic Heritage Month from September 15 to October 15. Enjoy this article by Kristina Diaz about loving ourselves so that we can love others who are different from us. This article first appeared in the September/October 2024 issue of Gather Magazine.
by Kristina Diaz
HACE POCO LE DIAGNOSTICARON A UNO de mis seres queridos con TDAH (ADHD). Tener un diagnóstico fue causa de mucho un alivio pero al mismo tiempo ha abierto todo una caja de pandora. Nos ha obligado a observar con detenido a los patrones, comportamientos y conductas aprendidas que existen dentro de nuestra familia. ¿Nos preguntamos, de haberlo sabido antes, habríamos sido más pacientes, incluso más amables, con otros en la familia que presentan comportamientos y retos similares? “¡Cámbia esa cara!” Oigo los gritos de mi madre desde el salón.
“Cambia esa cara ahora mismo”.
Me volteo desde la cocina para ver qué pasaba.
Mi madre ha usado esta frase desde mi niñez. Más bien se usaba para disciplinarnos cuando expresamos enojo o frustración cuando éramos niñas. Contestarle en un momento de enojo se consideraba una falta de respeto, y defenderte, tuvieras o no razón, no estaba permitido. Recuerdo haber vivido esto con mi abuela en muchas ocasiones. La necesidad de obediencia absoluta creó una brecha entre la relación de mi madre y mi abuela y, hasta cierto punto, entre mi madre y nosotras, sus hijas.
Antes de que el duelo de palabras pudiera continuar, me inserté en la línea de fuego.
“Mamá, por favor, para”.
Las emociones habían pasado de 0 a 100, en cuestión de segundos y la interacción estaba afectando negativamente a todos.
Podía sentir el eco de mi abuela paseándose por la habitación. Podía sentir el eco de mi abuela paseando por la sala, pero justo a su lado estaba mi madre. En ese momento recordé algo que ella siempre nos había dicho,
“A veces aprendemos de nuestros padres lo que no debemos hacer.
“Las palabras de mami y el apoyo de todos los adultos y compañeros de influencia positiva en mi vida me sirvieron de apoyo para hablar en ese momento.
Aprendemos mediante las experiencias. Y, si tenemos suerte, la primera autoridad a la que aprendemos a desafiar con seguridad es la de nuestros padres. Esta no es una experiencia agradable para un padre ya que no es fácil encontrar el equilibrio perfecto para que ese desafío se pueda convertir en una habilidad saludable de manejar conflictos en la vida, pero es necesaria.
Decirle a mi madre que parara fue difícil. No quería quitarle autoridad, pero no estaba de acuerdo con su comportamiento y debía decir algo. Vale decir que mi intención nunca fue faltarle al respeto, sino lo contrario porque mis acciones estaban sujetas a la siguiente pregunta.
Si se supone que seamos la expresión del amor de Dios en el mundo, y la gracia de Dios es un puente para nuestra relación con lo divino, ¿Entonces cómo podemos internalizar lo que significa vivir una vida de gracia en la vida cotidiana? ¿Al ser marcados con la amabilidad y cortesía de Dios, y como tal, extender esa misma amabilidad y cortesía a los demás? Especialmente a nuestros seres queridos, cuya experiencia del mundo es distinta a la nuestra?
Para ser sincera, a menudo siento que en esto fracasó. Sé que, al asumir el papel de un adulto que cuida de los demás y es una influencia positiva, quiero participar activamente en ayudar a mis seres queridos del espectro neurodiverso a vivir una vida feliz y sostenible. Pero no siempre sé qué hacer. A menudo me siento atrapada en un punto medio, deseando que mi madre y otros como ella tuvieran un poco más de paciencia. Esperando que mis seres queridos neuro divergentes puedan aprender a navegar cada detalle de la vida que necesiten para poder tener una vida plena.
Esa tarde, mi mamá y yo nos sentamos a hablar con cabezas frías, algo que nunca ocurriría con mi abuela. Y doy gracias por el hecho de que existe espacio para el desacuerdo en nuestra relación. Esto me da la confianza de que, incluso en nuestros momentos más difíciles, podemos vociferar nuestros pensamientos sin el miedo de que nos boten de la casa, nos dejen de hablar o que nos vayan a dejar de querer.
Aquí les comparto algunas prácticas que utilizo como punto de partida para ser una persona, que es atenta y detallista en la vida de mi ser querido neurodivergente.
PRESTAR ATENCIÓN Cada persona es diferente. Tenemos diferentes lenguajes del amor, maneras de aprender, manías, alergias alimentarias y cosquillas. Encontramos gozo en la vida de maneras distintas. Por lo tanto debemos prestar atención a estas cosas, tome nota. Y cuando estés con tu ser querido haz espacio para estos detalles.
EL AMOR ES UNA HABILIDAD Y, por lo tanto, podemos aprender nuevas formas de amar y cuidar a las personas cercanas a nosotros. Tenemos la suerte de vivir en una época en la que la gente comparte más fácilmente sus experiencias e historias a través de las redes. Tómese un momento para conocer la neuro especificidad de su ser querido. Existe un espectro y nadie se manifiesta de una sola manera. Escucha las experiencias de los demás y de tu ser querido para aumentar tu comprensión y aquellas habilidades que te permitirán apoyar de forma sensata.
SÉ AMABLE CONTIGO MISMO. Cuando aprendemos algo nuevo o nos encontramos con alguien que experimenta el mundo de forma diferente, no saltamos automáticamente de alegría y decimos: ¡Viva la diversidad! Al contrario, cometeremos errores. Puede que nos distanciamos por miedo a lo desconocido o que nos lanzamos de cabeza con las mejores intenciones. Cualquiera que sea tu reacción, habrá momentos donde fracasaremos. Y es en esos momentos cuando debemos amarnos y ser amables con nosotros mismos para poder seguir adelante.
Failing gracefully
by Kristina Diaz
ONE OF MY FAMILY MEMBERS was recently diagnosed with attention deficit disorder (ADD). There was relief in knowing, yet the diagnosis also forced us to look more closely at behaviors and patterns in our family. If we had known, for instance, would we have been more patient and more kind with other family members who reflect similar behaviors?
“Change your face!” I heard my mom yell from the living room. “Change your face right now.”
I turned from what I was doing in the kitchen to see what was happening. My mom often used this phrase to discipline us as children when we expressed anger, resentment or indignation. Talking back was seen as disrespectful. Standing up for yourself, whether you were right or wrong, was not allowed. I experienced this with my grandmother on many occasions. The need for absolute obedience created a rift in my mom and my grandmother’s relationship, and eventually, to a certain degree, between my mom and us, her children.
I moved into a buffer role. “Mom, please stop.” Emotions had gone from 0 to 100. Everyone was becoming dysregulated from this interaction.
I felt the echo of my grandmother pacing back and forth in the room, my mom standing next to her. I remembered Mom telling us: “Sometimes we learn from our parents what not to do.”
Mom’s words, as well as the support of caring adults and peers, reminded me that it’s okay to speak up. We learn from experience. If we are lucky, the first authority we learn to challenge is that of our parents. Striking a balance so this develops into a healthy sense of conflict management isn’t easy, but it is necessary.
Telling my mom to stop was difficult. I didn’t want to rob her of her authority. I wanted to speak up because I disagreed with the method she was using. I wasn’t stepping in from a place of disrespect. Instead, I was moved to respond by the following questions:
If we are meant to be expressions of God’s love in the world, and God’s grace is the bridge in our relationship with the divine, how do we tap into being gracious in everyday life? Are we to be marked with kindness and courtesy, and to extend the same to others? Can we extend grace to our loved ones who experience the world differently?
To be honest, I often feel like I fail. As I step into the role of a caring adult, I want to help my loved ones on the spectrum to live happy, sustainable lives. But I don’t always know what to do. I often feel stuck in the middle, wishing my mom and others had more patience, hoping my neurodivergent loved ones can learn to navigate all the things that need to be in place for them to have fulfilling lives.
Later that day, Mom and I sat down to talk with cool heads— something that would never happen with my grandmother. I am grateful I could speak up. Even with our differences, I was confident that I could come back from a place of disagreement to a place I know as home, still loved.
These are practices I use as a starting point to be a caring adult in the life of my neurodivergent loved one:
PAY ATTENTION Everyone is different. We don’t have the same love languages, quirks, food allergies, and even tickle spots. Different things bring us joy. Pay attention to those things and take notes. Show love by making space for these details when you are with your loved one.
LOVE IS A SKILL We can learn new ways to love and care for people close to us. Take a moment to learn about your loved one’s “neuro-spiciness.” There is a spectrum, and no one manifests in one way. Listen to your loved one and to others’ experiences to grow in understanding and skills that will allow you to be supportive in a sensible way.
BE KIND TO YOURSELF When we encounter someone who experiences the world differently, we don’t automatically jump for joy about this diversity. We might withdraw from fear or jump headfirst with the best intentions. Either way, we will sometimes fail, but in those moments we can be kind to ourselves and try again.