Celebramos el Mes de la Herencia Hispana del 15 de septiembre al 15 de octubre. Disfruta de este artículo de Kristina Díaz sobre cómo recordar nuestro valor y valía que apareció por primera vez en la edición de enero/febrero de 2023 de la revista Gather.
We celebrate Hispanic Heritage Month from September 15 to October 15. Enjoy this article by Kristina Diaz about remembering our value and worth that first appeared in the January/February 2023 issue of Gather Magazine.
Hay que darse a valer e ignorar aquellas mentiras que no da la vida acerca de nuestra importancia.
by Kristina Diaz
A MIS OCHO AÑITOS DE EDAD, me gustaba pintar y dibujar. Incluso en kinder cuando nos pidieron que nos vistiéramos de lo que soñábamos ser cuando grandes me vestí de artista. En tercer grado de elementar ese amor por el arte todavía seguía a viva voz dentro de mí. Por lo tanto, cuando la maestra de arte nos dio instrucciones para hacer un corazón al estilo mocárabe con papel de cartulina, – de manera que al abrirlo y pegar los lados formará un corazón tridimensional – me sentí muy emocionada. A pesar de que no nos habían dado una guía para dibujar los corazones hice mi mejor esfuerzo. Aun así, se me hizo muy difícil hacer todos los corazones de manera uniforme. Mi creación estaba por falta de mejor palabra virolda, pero era mía. Al final de la clase mostramos nuestras obras a la maestra y en vez de recibir alago me regañó indicando que eran los corazones más feos que había visto. No hace falta decir que llegue a casa un saco de lágrimas.
A mami se le subió la bilirrubina. Me imagino que después hubo palabras entre ella y la escuela pero en ese momento, mami se sentó conmigo. Me escuchó mientras al desbordarse mis sentimientos y me abrazó. Cuando me sentí lista miramos la obra y reconstruimos corazones de papel y espíritu. Juntas transformamos corazones viroldos en una obra de arte tridimensional. Por lo tanto, cuando siento que mis aportaciones y mis esfuerzos no dan la talla recuerdo esos corazones viroldos. Recuerdo la importancia de tener paciencia, de hacer pausa. Recuerdo que tengo la opción de volver a intentar las cosas cuando no me gusta el resultado. Y sobre todo recuerdo el hecho de que no tengo que hacer las cosas sola. Puedo pedir ayuda. Puedo tomar inspiración de otras personas. Puedo pedirle a alguien que me acompañe.
He tenido la dicha de amar mentoras, matriarcas, tías y madres, tanto de sangre como por adopción. Ellas me han enseñado muchas cosas. Pero en particular me han enseñado la importancia de quererme a mi misma especialmente en momentos de rechazo. Porque las personas más buenas y de mejor intención en nuestras vidas son capaces de micromachismos y palabras maltratantes. El impacto del rechazo en nuestras vidas nos lleva a internalizar las mentiras que nos dicen acerca de nuestro propio valor e importancia en el gran esquema del universo.
Ahora que estoy a punto de cumplir cuatro décadas recuerdo llevar el espíritu de esos corazones viroldos conmigo. Cuando la vida se pone difícil o me encuentro con personas que no saben apreciar mi valor como persona, rehago mi corazón. No para encajar con lo que otros desean sino para mi propio crecimiento. Porque los regalos más grandes que me ha dado Dios son la habilidad de crear, crecer y cambiar de opinión. Por eso yo creo en un Dios creador y creativo, versátil como el agua.
Cuando las aguas de la vida suben saco mis corazoncitos viroldos y me aferro a esas enseñanzas para mantenerme a flote. Así, puedo ofrecer un espacio de naufragio y acompañamiento para estar con otras personas de la misma manera que mi mamá y Dios han estado conmigo. Podemos salir del ahogo del rechazo para volvernos a querer con corazones nuevos. Y más allá de querer podemos llenar nuestra vida con un amor propio, como el que Dios tiene para nosotras. Todo lo que hacemos lleva dentro la belleza y sabiduría de nuestras experiencias vividas. Todo lo que hacemos tiene la habilidad de rehacer el mundo para que refleje la transformación de nuestros corazones viroldos.
Kristina Diaz es una creativa profesional,versátil que vive en Dorado, Puerto Rico. Con una formación en communicaciones se ha desempeñado en la fotografía, la consultoría de marca, producción de vídeo y edición de podcasts. Kristina, parte de una tradicion oral de quinta generacion, que combina fluidamente entre sus talentos artisticos y su compromiso con su fe y su comunidad. Es miembro del Sínodo del Caribe.
Wonky Hearts
We should not internalize lies about our value and worth.
by Kristina Diaz
WHEN I WAS 8 YEARS OLD, I liked to paint and draw. Even in kindergarten, when asked to dress up for Career Day, artist was it for me. In third grade, my love for art was still going strong. So, when the art teacher instructed us to make a honeycomb pop-up heart out of cardstock paper—the ones that open up, where the ends are glued to the sides, forming a three-dimensional heart—I was very excited. Even though we weren’t given a stencil, I did my best. It was difficult for me to make all the hearts even. Because of this, my hearts were, for lack of a better word, wonky. But they were mine. At the end of class, we showed our work to the teacher. Instead of praising my attempt, she scolded me; my hearts were the ugliest she had ever seen.
Needless to say, I arrived home a sack of tears. Mom’s blood pressure surely went up. I guess there were words between her and the school staff afterward, but in that moment, my mom chose to sit with me. She listened to my thoughts, let me pour out my feelings and hugged me. When I felt ready, we looked at my work together and, both literally and figuratively, rebuilt our hearts, transforming my wonky hearts into a three-dimensional work of art.
Whenever I feel that my contributions and efforts fall short, I remember that moment. I remember the importance of having patience and pausing when tensions are prevalent and emotions run big. I remember that if I don’t like something I’ve done or made at any given moment, I can try again. Above all else, I remember that I don’t have to do it alone. I can ask for help. I can be inspired by other people. I can have someone accompany me, plain and simple.
I’ve been blessed to love and be loved by mentors, matriarchs, aunts and mothers—both by blood and by adoption. They have taught me a good many things. One of the harder lessons has been that although rejection can be awful, it is in those moments of rejection that we must love ourselves the most. Because the nicest, best-intentioned people in our lives are still capable of hurting us, and these moments of rejection can lead us to learn and internalize lies about our value and worth in the grand scheme of the universe.
Now, on the cusp of turning 40, I still carry those wonky hearts in spirit. When life gets tough, or I meet people who don’t know how to appreciate or value me as a person, I remake my heart. Not to fit what others want, but for my own growth. The greatest gifts God has given me are the ability to create, grow and change my mind. I believe God is not only creator but creative, and versatile like water. So, when the waters of life rise, I take out my wonky little hearts and cling to what they’ve taught me in order to stay afloat. I offer others a place of refuge, accompanying them the way my mom and God have been with me.
Together, we can tread our way out of the drowning of rejection to a place where, with new hearts, we love ourselves again as children of God. Everything we do carries the beauty and wisdom of our lived experiences. Everything we do can remake the world into a place that reflects our transformed hearts.
Kristina Diaz is a versatile creative based in Dorado, Puerto Rico. With a background in portrait photography, she has expanded her expertise to include brand consulting, video production, and podcast editing. A fifth-generation storyteller, Kristina seamlessly blends her artistic talents with her deep-rooted faith and community engagement. She is a member of the Caribbean Synod.